LA CULTURA DE LA CANCELACIÓN

El agravio y la política de la censura ganan terreno. Al diputado Nacional Alfredo Schiavoni le saltó el barniz durante la visita de Horacio Rodríguez Larreta. Las incómodas preguntas de un periodista de infantería y la reacción de los pelotones inquisidores.

Por Fernando Oz

Cuando me lo contaron, no me asombré. A estas alturas del partido, lamento decir que pocas cosas me asombran. Sin embargo, me hierven las tripas.

El hecho ocurrió el otro día, cuando Horacio Rodríguez Larreta desparramaba su campaña a precandidato a la presidencia en la Nación en el cantón posadeño. Como suele ser costumbre en estos casos, los anfitriones organizan una conferencia de prensa para que el invitado largue su libreto.

También es de manual que los primeros en hacer las preguntas sean colegas amigos de la casa, con quienes hasta se llega a discutir previamente sobre el alcance de la requisitoria. Son las reglas. Pero las cosas no siempre salen como se las planifica y cada tanto emerge alguno de esos periodistas de infantería, de los que siguen creyendo que el oficio, que además de servir para ganarse el pan, es un servicio público que, entre otras cosas, fortalece las democracias.

La cuestión es que, en aquella rueda de prensa, el colega Marcelo Ameri arremetió con tres preguntas que borraron la sonrisa del mandatario porteño. El invitado se incomodó y los organizadores se enojaron.

Pese al evidente mal clima, al finalizar la conferencia, Ameri buscó al diputado nacional Alfredo Schiavoni para seguir engordando la crónica del evento.

—Diputado, quisiera hacerle una consulta sobre el tema electoral— preguntó el periodista.

Pero poné lo que yo digo— le contestó con una mirada inquisidora el legislador del PRO.

—Yo nunca puse lo que usted no dijo— lo frenó Ameri.

Entonces, Schiavoni, que evidentemente se encontraba molesto por el resultado del espectáculo anterior, se abalanza sobre Ameri y le dice: “Mirá, papito ¿vos sos piola? Yo soy más piola”.

Conozco a Ameri desde hace unos veinte años, la vida nos cruzó en dos redacciones y les aseguro que es de esa clase de periodistas en riesgo de extinción, de los que aún conservan ese instinto de caza. Respetuoso, culto y conocedor de los códigos del oficio. Trabaja para La Voz de Misiones, un portal de noticias al que no se lo puede tildar de oficialista ni de opositor y que lo dirige Fernando Rumi, otro integrante de la tribu de los de primera línea.

No me extraña la reacción de Alfredo, hasta imagino su tono de compadrito. Quienes tienen alguna gota de poder y no conocen más que su pequeña parcela del mundo, suelen caer en la estupidez de convertirse en inquisidores de todo aquello que no comprenden. Todos recordarán la Alegoría de la Caverna; más o menos algo así.

Lo del hombre del PRO no es un episodio aislado en una sociedad donde la cultura de la cancelación crece más que cualquier presupuesto educativo. Lo que no me gusta lo quito, lo silencio, lo aniquilo. Claro que hubo épocas que las cosas eran peores y los Ameri de la vida eran futuros desaparecidos.

Que no se vea, quítenlo del párrafo tal, que sus palabras no sean oídas ni leídas por nadie. Esa política, que viene ganando terreno, lo único que fomenta es el enfrentamiento y la falta de debate. Si no permito que el otro hable y prefiero cercenarlo, cómo lo voy a conocer, cómo voy a saber sobre el razonamiento que tiene para aportar; si no sé, cómo pretendo gobernar sin caer en la tentación de tener posturas dictatoriales.

Se encierran en sus comunidades algorítmicas y al que piensa diferente se lo ataca, se lo margina, se lo señala, se lo silencia. Como sucede en las redes. Alcanza con que alguien ponga algo que no cuadre para que los inquisidores, los conversos y un ejército de bots haga la faena.

Algunas semanas antes, Sandra Giménez se molestó por unos posteos de Lopaitema, una publicación que, según tengo entendido, sólo aparece en redes sociales y es realizada por un menudo grupo de jóvenes comunicadores que, con bastante picardía y sagacidad, hacen humor político. La exsenadora hizo lo que mejor le sale: victimizarse. La misma estrategia aplica desde que era diputada provincial de la Renovación.

Sandra siempre fue esquiva de los periodistas que no opinan como ella, es otra de las cultoras de la política de la cancelación. Al arriba firmante lo tiene desde hace años bloqueado en Twitter.

Meses atrás, en la puerta de la Rosadita, Roque Gervasoni, retó a un movilero del canal de Ramón Puerta y, olvidando que es funcionario público, le dijo que no tenía que dar explicaciones y hasta lo retó por tener “la pésima costumbre de hablar siempre de lo mismo”.

Lo de Alfredo Schiavoni me resulta de un tenor más alto. No quisiera imaginarme lo que sería capaz de hacer con poder real, donde los brutos o imbéciles suelen ser los más peligrosos. Estos analfabetos de la política se suelen manejar en aguas en las que hay un público que no está preparado.

Cuando no hay doctrinas políticas sólidas, conocimiento del mundo, ni ricas lecturas para dar argumentos de peso intelectual, se acude a la política de la cancelación. Los discursos serios y solventes no abundan, hay conferencias guionadas, algunos caracteres, fotos y videos, es decir la parafernalia que entra en las redes sociales.

Sucede que cuando no hay una base educativa sólida, cualquier discurso puede ser creíble. Y en la Argentina la educación está desapareciendo, lo que nos deja desarmados ante la manipulación fácil. No crear ciudadanos lúcidos y críticos nos deja ante una situación muy peligrosa. Lamento decirlo, pero estamos jodidos y vamos a pagar caro la falta de debate político. |