La revista Noticias, la insignia que tiene la editorial Perfil reflejó el triunfo del chef misionero Gunther Moros en la sexta edición del Prix Baron B-Édition Cuisine, un certamen del más alto nivel que reunió a más de 100 postulantes de todo el país.
Uno de los premios que se entregaron al ganador fue un corcho bañado en oro, tallado por Juan Carlos Pallarols. Una pasantía en Francia en Mirazur, junto a Mauro Colagreco y un premio económico de $ 2.000.000.
Escrito por Adriana Lorusso, editora de Cultura y columnista de Radio Perfil, el artículo reflejó a la perfección el desarrollo del certamen, como así también el prestigio de los jurados que lo integraron.
“Mauro Colagreco, el chef argentino más premiado, encabezó la lista de personalidades que lo integraron. Colagreco suma 6 estrellas Michelin en sus distintos restaurantes y ha sido considerado Mejor Chef del mundo por la lista 50 Best Restaurants. Junto a él, estuvieron Pablo Rivero, creador del restaurante argentino más famoso, Don Julio; Pablo Bargero, uno de los autores locales más destacados, líder de Chila y hoy, de Amarra y Marsia Taha, líder de Gustu, en Bolivia y Mejor Chef latinoamericana en 2021, para la lista de los 50 Best” cuenta.
Respecto a la participación de Moros, fue catalogado como “un chef misionero que lidera la propuesta ‘Experiencia Cocina Regenerativa Margay Reserva Natural & Lodge’, en El Soberbio, provincia de Misiones. Margay está en el centro de la Reserva Biósfera Yabotí, corazón de la selva misionera, dentro de un predio privado de 65 hectáreas. Su cocina utiliza alimentos y técnicas autóctonas, en línea con la tradición ancestral de la zona. El plato que Moros presentó en la jornada final del certamen, llamado “Bajo monte”, es un resumen de su filosofía: un pacú envuelto en hoja de banano, cocido al rescoldo y recubierto con barro “ña’ú”. Lo acompañó con una salsa cítrica de frutos nativos, hierbas aromáticas y tubérculos de la región, maridado con Baron B Brut Nature.
“Dicen que allá por 1820, surcaba por el río Paraguay al norte, un científico y su ayudante. Ellos visualizan en la costa una familia guaraní manipulando pequeñas piezas de pescado y de animales salvajes. Estas piezas eran cubiertas con hojas de huembe y de banano, que luego eran tapadas por barro de ña’ú, el mismo barro que se utiliza también para artesanías y para realizar chozas. Ese barro luego iba a la fogata y se cocinaba hasta que se partía”, explicó el chef a la periodista sobre el plato.
Sobre Gunther
Gunther Moros nació en Posadas hace 46 años y es miembro de una familia que fusionó las tradiciones locales con las europeas. Empezó a cocinar desde muy chico, cuando vendía en la escuela pastelitos, empanadas y tortas. De ese impulso infantil conserva la alegría y un empuje que se contagia a todos los que se le acercan.
Estudió gastronomía en Posadas y en Rosario, pero confiesa que aprendió mucho más trabajando en la Patagonia argentina y la chilena, en restaurantes que se adelantaron muchos años a los del resto del país.
Su siguiente destino fue Noruega, donde tuvo una formación decisiva para su carrera. “Noruega me dio una visión de producto. De la cocina nórdica me encantó el orden. Hoy me siguen ofreciendo trabajo”, cuenta. Después de vivir una breve temporada en Italia, volvió a Misiones pensando en una estadía corta. Pero se quedó para siempre. “Me volví a enamorar de mi provincia. Pensaba que sabía mucho sobre mis raíces y me di cuenta de que sabía poco y nada. Entonces me empecé a empapar de la cultura paraguaya, guaraní, de la frontera con Brasil. Aprendí sobre nuestro ecosistema, investigué, probé. Entendí que Misiones era eso: Paraguay, Brasil y la inmigración”, cuenta. Ese enamoramiento coincidió con el encuentro con su mujer, con quien tuvo dos hijos. “Empecé a correr todo lo de afuera por apostar a lo local. Elegí calidad de vida, estar cerca de mi familia”.
Hoy es dueño de una empresa de catering donde sirve solo cocina de su región y de un emprendimiento de pizzas elaboradas con masa madre. Pero, desde hace tres años, se dedica casi por entero al proyecto de Margay, un lodge paradisíaco a 4 horas de Iguazú, en plena selva, en la localidad de El Soberbio, cerca de Saltos del Moconá.
“En Margay tengo huerta, producción de plantas y especies nativas para reforestar. Arroyos, raíces, hongos, brotes, yuyos y conexión con el productor y vecino”, explica. En el restaurante que lidera se puede cenar con reserva, en grupos muy reducidos. La idea del lugar es que los viajeros se conecten con el entorno natural y vivan una experiencia regenerativa.
“Se sirven productos de temporada y hay una interaccción hermosa con los productores locales. Hacemos una cocina sencilla, noble, de técnicas ancestrales, porque no hay tecnología. Usamos las manos. La gente que vive y trabaja allí es muy sencilla. Invitamos a los pasajeros a cocinar con nosotros. Eso no tiene precio. Nos sentamos juntos, disfrutamos con ellos, no se olvidan más de Misiones”, nos dice. A la alegría enorme de haber ganado el reconocimiento del Prix Baron B, se le añade una gratificación extra: “La selva debe ser cuidada. Estar acá hoy, recibiendo este premio, nos permite tener difusión, visualización para salvar a esa selva que estamos perdiendo”.