Es jueves por la tarde y tengo que hacer tiempo. Por la distancia, pienso en Café Colón y con la excusa de no pasar a saludar hace rato, pienso en el flat white que voy a pedir para reforzar el espíritu. Al entrar, sobre la barra que da a la vidriera, está sentado Ilán mirando el celu, con el ukelele al lado. Si hay algo que no me extraña, es que tenga un instrumento cerca, pero su aspecto cambió bastante. Tiene más tatuajes y dientes de oro, quizá la voz un poco más ronca. Nos saludamos, nos conocemos desde la secundaria y hemos compartido alguna ronda con guitarras, la verdad, no me acuerdo cuándo.
Me invita a sentarme y bueno, nobleza obliga, al preguntarle qué andaba haciendo por Posadas, ya quise prender el grabador del celu. Me dice que tiene unos 15 minutos, pero que no tiene problema en charlar, la casualidad puede ser una ventaja en estos casos. No sé bien qué preguntarle y a la vez hay mucha tela por cortar. Ilán viene de grupos como Argies, ha participado del grupo canadiense Harm & Ease y bueno, mucho más en realidad. Hace poco tiempo lo vi en una entrevista con el excelentísimo Julio Leiva, hablando de esta etapa nueva en la que se banca ser solista y estar al frente. Sus aliados no son poca cosa: anda trabajando con Pablito Lescano, líder de Damas Gratis, y formó una amistad muy fuerte con Toto Ferro, el músico y actor que supo interpretar a nada más ni nada menos que Robledo Puch en su biopic.
Arrojo la primera pregunta, como para romper el hielo: ¿Cómo estás viviendo este momento donde las casualidades juegan mucho a tu favor? A lo que me responde: “Bien amigo, estoy re contento” con una sonrisa muy genuina, casi sin poder ocultarlo. “En lo personal estoy aprendiendo a crear espacios nuevos para no perder la cabeza con el ritmo de laburo”. Dice que es lo que más cambió en este tiempo, y que por ahí no se nota, pero siente que han trabajado “mucho más de lo que todavía se vio, mucho laburo puesto en cosas que siguen saliendo de a poquito”. Basta con ir a YouTube y comprobarlo, al menos 16 videos nuevos han salido en el lapso de apenas un año. Cualquiera que conozca el mundillo audiovisual, sabe que no es poca cosa en absoluto, pero Ilán lo vive como algo orgánico.
“Es como cuando tenés que salir a pelear el ascenso, demostrar que tenés lo que hace falta” dice sobre todo su esfuerzo. Pero claro, no está solo, desde siempre se ha sostenido en una mística colectiva, incluso en alguna otra entrevista lo escuché decir que empezó a hacer “la música que querían escuchar sus amigos”. Para él es un “lujo que se vea eso”, porque considera que “la vida pasa muy rápido y estamos acostumbrados a que la gente sea descartable”. En ese sentido, sostiene: “me gusta involucrarme con la gente que encaramos cosas importantes, eso es como un triunfo para mí. Es un orgullo salir a caminar por Posadas y que te saluden personas que no conocés, que te quieran, que te den un abrazo, me pone re contento porque trabajé para eso”.
Para Ilán no hay nada más importante que saberse merecedor de su prestigio, saber que su música gusta por lo genuino y no porque se pueda acceder a servicios para posicionarse o salir más veces entre las recomendaciones de las plataformas de la industria musical. Y si bien en sus primeras composiciones, los dardos apuntan a la diana de la amistad y sus virtudes, hoy en día reconoce que se encuentra escribiendo “desde un lugar más personal”. Al principio, se trataba de hacer la música “que represente a los vagos”, que sea simple “para que a un niño o un abuelo de cualquier lado lo pueda entender y le guste”. A la vez, aclara que desea que su arte “tenga la complejidad que sólo me importa a mí, que me divierta a mí, mi barro creativo, que a lo mejor alguien que se dedica a lo mismo puede verlo, entrar de forma más profunda”.
Actualmente, cuenta que está trabajando mucho con Pablito de Damas Gratis, y que disfruta mucho de verlo en acción, cómo es cuando toca para sus amigos. “Ahí le ves el alma, ese chabón es lo que es, somos diez gatos locos y él toca hasta a veces más contento que si estuviese delante de noventa mil, una persona que ama lo que hace, que le sale el niño por los ojos cuando hace lo que le gusta”. Para él no hay nada más inspirador que eso, y admite que los artistas que más le gustan siempre han tenido algo de eso.
Volviendo a esa complejidad en su método creativo, surgió la idea de lo pícaro, como una virtud en sus canciones y a su entender, lo ve como “una rendija para atravesar eso que es muy delicado, podés quedar como un boludo. Pero acá en Posadas hay personajes, loquitos, que son como artistas de eso, viste, gente que sabe ser muy pícara, muy astuta, los chistes que tiran”. Sobre eso, profundiza: “yo me metí mucho en la cultura de los Migos, el trapp de Atlanta, que hoy está en una etapa diferente donde apunta incluso a los más chicos, pero yo quería ver los originales, de qué hablaban. Ahí fue cuando me di cuenta que los mejores tenían esa picardía, esa lírica casi tanguera pero de su propio mundo”.
Y esto genera, claro, un personaje con el que no siempre se siente identificado. “Por ahí yo no soy tanto como el que se tiene que parar al frente y darlo todo” admite. De todos modos, reconoce que hay algo orgánico en sus cambios: “Yo iba al colegio acá a media cuadra, tenía mi bandita de amigos y lo único que quería era tocar como Travis Barker de Blink 182, tener tatuajes, zapatillas de skate norteamericanas y ya lo hice, lo disfruté y ví lo que había atrás de eso”. Así fue que su música empezó a recorrer otros paisajes, algo que para él siempre estuvo frente a sus ojos pero que no llegaba a tocarlo o reconocerlo. Para eso, mucho tuvo que ver con el camino realizado, lo que le permitió tener más herramientas para encontrar seguridad en su propuesta creativa y poder convencer a otros de su propio camino, su propia luz de guía.
“Hay una segunda etapa en donde podés democratizar un poco más las cosas, pero tuve que aprender también a bancarme sólo y hacerme cargo para poder encontrar esa perspectiva, siempre me escondí detrás de grupos porque no me animé a ser yo el que diga lo que tenía para decir” cuenta. Ahora, con el reconocimiento de sus colegas, se le hace “más sencillo escribir sin borrar”, se tiene más confiado en lo que hace y le encanta “no saber cómo va a sonar su próxima música”. Para él es muy sorprendente pensar en la cantidad de músicos y lugares que conoció, las situaciones a donde el oficio lo ha llevado, como su experiencia con la 14/22, una banda pionera en utilizar instrumentos como el banjo y la mandolina para hacer punk rock.
Sobre su amistad tan particular con Toto Ferro, cuenta que se conocieron porque fue a uno de los primeros recitales de Chico Chico, que incluso se sabía algunas letras de las canciones y todo. “Toto está más loco que los locos, era un roto para un descosido, nos juntamos y era lo que necesitaba cada uno para poder avanzar en estos objetivos que tenemos y eso fue solidificando una gran amistad” explica. “Es un monstruo, es re máquina, lo ves lidiar con músicos muy grosos y gente que tiene mucha ruta pateada con eso pero él tiene una visión muy clara de lo que quiere y la trabaja, le decimos Mussolini” cuenta entre risas.
A la vez, está muy agradecido porque se involucró con los videoclips que filmaron aquí entre Misiones y Corrientes, que tuvo implicada a gente muy grosa según él, y de lo que hasta salió una película editada por el mismo Ilán: “Chico Chico, la película”. Son crudos que editó el mismo músico, con mucho entusiasmo, de todo el material que quedó afuera de los videos que estuvieron filmando: “cómo fue la aventura de estos amigos, los paisajes que vimos durante el rodaje. Yo quería hacer algo como para aprender a manejar la herramienta de edición y se lo mostré a Toto y a Tachella (Federico Luis) que son altos monstruos, y les causó tanta gracia o ternura que esté hecha como por un nene, que ahora la estamos por presentar como una especie de regalo para los que fueron parte de todo eso pero con cierta invitación al afuera” explica.
Parece que Ilán siempre unió el trabajo al placer, no hay una línea clara entre ambas cosas y él mismo lo entiende así: “Yo me levanto antes de que suene la alarma y desde la cama ya empiezo a contestar mensajes, a veces me duermo en el sillón por no parar”. Pero para él esta es la situación ideal para hacerlo y bancarse los trapos: “Son momentos de la vida, después es lindo llegar a ese momento en el que el cuerpo te pide otro tiempo de descanso y pensar que lo aproveché, que tengo vida bien vivida en la espalda”.