El lugar que se ganó Ilán Amores en la escena musical actual no es cosa de “amarillentos”, dirían los locales. Creció mirando las luces de las grandes capitales, entendiendo que había un recorrido largo para hacerse visible entre tantas personas que buscan lo mismo: trascender a través de la música.
Pero la diferencia en su carrera es la prepotencia del trabajo, como diría el escritor Roberto Arlt. Las cosas no fueron siempre geniales para el músico y Caballo Negro, su nuevo álbum, busca reflejar los claroscuros que tuvo ese camino. Habla de aliados, por supuesto, y de un lugar de mucho disfrute, pero también de esas partes del trayecto que son incómodas de atravesar.
En una entrevista para La Voz de Misiones, contó que “es un disco de duelo, de lamento, de exorcismo, de la parte más oscura de mi cancionero, pero de la parte más solemne por ahí, más adulta”. El material tuvo un tratamiento refinado: se grabó en Caraza Récords, del sello Evlay que viene ganando estatuillas en los premios Gardel. Además, cuenta con la distribución de Sony Music y la producción de Oniria, que trabaja con otros mostros como Duki, Ysy A y Neo Pistea.
“Hay un par de canciones más tranqui, porque no todo tiene que ser para desgarrarse el alma así. Pero hay algo de eso en el disco, es como la columna vertebral. Tiene que ver con los caminos de la vida, las cosas que me estuvieron pasando en los últimos pares de años, que fui a vivir afuera, volví. Me pasaron cosas como persona, los golpes que te da la vida, uno se vuelve a parar y se vuelve a descubrir, crecer, pagar el precio, dejar de ser un niño, convertirse en un adulto, todas esas cosas y como las vive uno”, relata Amores.
La historia detrás de una nueva estética
En “Caballo Negro” Ilán aparece maquillado como si fuera el Guasón aunque el concepto es otro. “No tiene que ver con el personaje del Joker en mi mundo”, corrige. El personaje que interpreta y que es atacado a puñaladas está inspirado en un amigo que murió a balazos a quien le conocían como el Yosapa. Justamente, su voz y parte de su historia está presente en el álbum porque, para el músico que se crió en Posadas, fue alguien inspirador.
“No era mi re amigo. Era ese jede que, cuando sos chico, un poco lo idolatras, querés ser polenta como él y tener su calle, la fantasía del tipo barrabrava, el falopero, el que se banca todas las batallas. Este tipo era así, llevado al extremo, paraba con tres barras distintas, y era un jede, le faltaba un ojo. A la vez era un tipo con un corazón que se le salía. Te abrazaba y te decía ‘te quiero, te amo’. Se largaba a llorar de la emoción por cualquier cosa. Un personaje muy particular que me marcó en un punto medio, como adonde termina uno; si no le ponés el freno a esa forma de vivir, esa forma de vivir tan kamikaze cuando uno es chico, si es que toma uno esos caminos de la vida y sale uno a ver la calle, las esquinas, los bares, a ver el mundo; si uno no frena a tiempo te conduce a la muerte. A un final trágico como el del yosapa”.
El irreverente artista inglés Sebastián Horsley, quien se crucificó a sí mismo en Filipinas como parte de su obra, también ha sido inspirador para Ilán en “Caballo Negro”. “Las características del tipo es como crecí romantizando a los Joaquín Sabina, a los Calamaro, a los Pete Doherty, a esos poetas malditos de todo tipo. Creo que el tipo, el artista, era como el jede este polenta este que te digo, el yosapa que tocaba fondo. Al extremo del cinismo y la locura. La crucifixión de Jesús, la imagen de la iglesia, el lugar donde uno va a buscar piedad y perdón. Algo de eso también me hizo mierda y me sentí identificado con una parte de todo eso”.