Ana Bogado, Hanah para los amigos, estaba cansada de la capital, veía su futuro lejos de la Tierra sin mal y tenía ganas de buscar en otros lugares, así surgió una oportunidad que supo ver justo a tiempo como para hoy ser un gran sueño hecho realidad. Como si se tratara de la Nasty Gal misionera, encontró en su propio placard la manera perfecta de hacer negocios y luego se animó a pilotar sus primeros trazos en la máquina de coser para terminar totalmente involucrada en el universo de la moda.
Para poder irse a Buenos Aires, Ana pensó en vender una selección de ropa de la que estaba dispuesta a desprenderse para poder emprender su viaje más liviana. En su primera feria vendió todo, no quedó nada de nada, antes ya había tenido ferias de las que había sacado buena plata, le gustaba; lo que reconoció entonces fue que además del precio y que las cosas están buenas, “hay un gusto al que la gente está respondiendo”, explica. Luego, con la buena experiencia de las ferias, empezó a “mirar con cariño” la máquina de coser de su madre. Uno de sus objetivos en la lista de deseos personales era aprender a usarla.
“Sin tener noción de nada, me senté en la máquina, agarré un trapito y empecé a pasar para ver cómo agarrar el ritmo del pedal” cuenta sobre el primer contacto, del que terminaron saliendo cinco remerones de prueba que se vendieron, como siempre, como pan caliente. Una de sus inspiraciones quizá inconscientes fueron los conjuntos que su tía confeccionaba para ella cuando era niña. “Ponele que, en total de inversión, puse como doscientos pesos y saqué una ganancia total de tres mil”, señal de que continuaba por buen camino: “Va por ahí, y si a la gente ya le gusta y vos le ponés un poco más de onda, hasta podés vivir de eso”.
Pero la posta empezó cuando se concluyó el viaje a Buenos Aires, el momento de explosión para Akynawa. Más allá de estar en el mismo país, la cultura le pareció muy diferente, empezó a consumir el estilo vintage, a recorrer lugares para rescatar ropa y reciclar. En esa nueva búsqueda, apareció la marca, su diferencia o su singularidad. Su estilo de selección funcionó al punto de que el emprendimiento comenzó a darle más rentabilidad que su trabajo formal: “ganaba más vendiendo ropa” cuenta con orgullo Hanah. Y si su estética funcionaba de por sí, se sumó también el aspecto sustentable y el nuevo mercado de las economías circulares.
La forma de su encare en las redes también tiene mucho que ver con el éxito de sus ventas. A pesar de considerarse una persona que prefiere el perfil bajo, muchas veces opta por ser su propia modelo para publicar lanzamientos. “Soy muy obse con los detalles y a veces es la única forma de que salga como quiero” explica, porque entiende que hace la diferencia. También admite que “podría hacer tiktoks y cosas que yo no aprovecho mucho, sin embargo cuando yo presento los conjuntos, noto como reaccionan las personas, a veces no te lo compran hasta que lo ven en vos”.
Otra de las grandes pasiones de Hanah es su oficio de bartender. Todavía cuenta que no hay mucho orden entre ambas facetas pero ama tener que lidiar con esos desafíos. En algún punto tras la pandemia, volvió de Buenos Aires y encontró un circuito nuevo. Para ella la ciudad evolucionó mucho en su gusto por la moda, siente que “la gente está apostando a otro estilo, a otra personalidad y es por eso que funciona Akynawa”.