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Nahuel Quintana: triunfar en la música sin ser rockstar

Crecido en Oberá, eligió desde muy chico el camino del arte por el amor que tuvo por la música. “Hoy pienso en sonidos y en ser honesto. El resto sucede”, se confiesa esta joven promesa misionera. Te lo presentamos.

Nahuel Quintana es un excelente nombre para un jugador de fútbol, de hecho el músico y artista al que me refiero podría haber sido el orgullo de su tío y debutar en primera. Pero eligió el camino del arte, y su curiosidad lo llevó a tener una carrera muy diversa que vale la pena contar.

Nahuel creció en Oberá y desde chico jugaba a la pelota, entrenaba y se dedicaba a tratar de ser el mejor. Pero más allá de lo deportivo, había una sed sensible que se mostró por el lado de la música, y que se potenció cuando agarró la guitarra de su hermano para intentar los primeros acordes.

Y si bien fue a estudiar con un profe, cuenta: “me enseñaba temas, tenía que elegir alguno y lo aprendíamos, pero eso lo podía hacer en casa”. Para él era importante llegar a la teoría, entender el por qué de lo que hacía. La respuesta inmediata fue “contar historias”, más allá de las propias, por eso también aparecieron el interés por la actuación y el ambiente audiovisual.

En su época de estudiante probó de todo, cursó producción multimedial cuando se mudó a Posadas pero no encontraba el perfil que le guste, mientras tanto inició la carrera de actuación y la pudo terminar. La música, además, siempre estuvo ahí y el crecimiento fue más experimental, en un sentido autodidacta.

Con la Fiesta Tríptica, una obra de teatro de producción local independiente que proponía una cena en vivo y una puesta en 360°, tuvo la suerte de incursionar en la musicalización. De probar “ambiencias” y pensar algo que no necesariamente sirve a su propia idea de narración, apareció el gusto por hacer música para teatro.

“En su momento sentí tener una banda y escribir letras” admite, pero fue cambiando en sus gustos y desde el vamos, nunca fue el lado cantado de las cosas. En la facu no encajaba, llegó a hacer un trabajo que no le gustaba para nada y sin embargo había sacado un diez. “Hoy pienso en sonidos, en ser honesto y el resto sucede” cuenta sobre su cambio, aunque también advierte que muchas noches “no durmió” para lograr algunas de sus piezas.

Su lugar preferido es el laboratorio, ese espacio de tiempo libre “para fallar” dice. Desde el error y la repetición, abundan sus aciertos en obras de teatro como Track 33 o Sólo quiero. Su último trabajo es performático y tuvo dos funciones en el Museo Juan Yaparí, junto a la actriz y directora Alejandra Rodríguez con el estreno de La Nación de Plástico.

“Descubrirme a través del hacer, mientras estudiaba hacía obras y creo que la experiencia que ganás se duplica” explica. “Es más importante salir a la calle con una guitarra de una cuerda antes que decir que se vienen cositas” bromea para plasmar su idea sobre realizarse.