Por Juan Báez Nudelman
El arte de contar historias es un segmento basto de la literatura que obsesiona a quienes encuentran placer en la lectura. Ya sea por tramas, o por la forma de ser escrito, lo narrativo posee un gran público, especialmente en Argentina donde vivieron y escribieron cuentistas como Borges y Quiroga.
Y para no empezar tan solemne la cuestión, quiero decir que a todos nos encantan las buenas historias. Si leemos una buena novela, es difícil no imaginar una adaptación al cine. Así también se retroalimenta el circuito en el que cientos de jóvenes comienzan su camino, como lectores y hasta como escritores y editores.
Tal es el caso de Marcos Hillebrand, que no viene, en particular, de una casa con grandes o pequeñas bibliotecas. En sus palabras, admite que se trataba de una “una casa bastante desprovista de libros” pero en algún momento tuvo ganas de leer y empezó por agarrar “cualquier cosa”. Así cuenta, terminó abordando con 14 años la lectura de El Príncipe de Maquiavelo o el Romancero Gitano de Federico García Lorca.
Pero a pesar de que esas primeras obras lo estimularon, sus ganas de lanzarse a las aguas vinieron con otro grande. “Mi conexión con la escritura fue querer ser Cortázar” bromea sobre su admiración. Luego el mismo juego de la palabra lo llevó a estudiar primero Comunicación Social para luego blanquear un rotundo cariño por la carrera de Letras, algo bastante cantado. De Cortázar logró alejarse con el tiempo, conforme aparecieron otras voces.
Más allá del ámbito académico, Marcos se animó a realizar sus primeras ediciones con Editorial Níspero, junto al músico y poeta Ariel Duce Bémez. Se unió a la tribu de Trilce Editorial y ha editado a referentes como Nina Ferrari, ha realizado colaboraciones con espacios culturales de Posadas, lecturas de poesía (porque también escribe poesía) y bueno, la lista de cosas puede continuar.
Todo llega hasta el punto de querer plantar su propia bandera, o poner a flote su propio barco en todo caso. Rosa China, dulce nombre para una editorial que desde el brote promete ser una propuesta diferente. Según Hillebrand, se trata de ir más allá de las fórmulas de la “mal llamada literatura regional”. También considera que hay un escenario difícil en Misiones para el rubro editorial y de alguna manera, está dispuesto a afrontar el desafío.
Su primera publicación, La Colilla, es una especie de costumbrismo terrible, sus cuentos tienen diversas capas. En cada historia se busca una voz diferente, una perspectiva única y a la vez, el conjunto habla de un asombro por lo aparentemente rutinario. “No subestimar al lector” es algo en lo que Marcos enfatiza bastante, eso y en la organicidad de su lectura. “Yo quería lograr un libro complejo pero no difícil, y con todo eso espero que no sea aburrido y encima complicado” dice con humor.
Sobre el significado de sus cuentos, a veces de fantasía, en otros momentos demasiado reales, no se enrosca mucho porque prefiere “dejar espacios en blanco para que el lector los pueda completar con su experiencia”. “En ese sentido, busqué que los cuentos tengan una historia sólida que viva por sí misma pero que a la vez tenga otros niveles, otras capas donde ir encontrando novedades” concluye.