El universo sonoro de Rodrigo Bobadilla

Este músico misionero vive en Porto (Portugal) y dedica muchas horas al día a componer, grabar y compartir eso que tanto le apasiona. Proveniente de una familia de músicos, aprendió todas las partes del oficio y ahora pinta sus propios paisajes en el aire.

Por Juan Báez Nudelman

Hace poco más de un año, quizá menos, fuimos a ver a la Biblioteca Popular Posadas una banda llamada Saudade. Sabía de antemano que era el proyecto de Rodrigo Bobadilla y algunos amigos más, conocidos del ambiente musical, muy talentosos todos. La experiencia fue transformadora, como hace mucho no me ocurría con el ritual de los recitales.

Esa banda era un reflejo, en parte, de todo lo que siempre suena en la mente de Rodrigo. Las melodías, las armonías o algún pequeño arreglo empiezan a molestar, a zumbar adentro y la única manera de que eso se termine, es tocarlo. Él se define entonces como arreglador y compositor, un músico al que su propia curiosidad a veces, le resulta insoportable.

Es que la cosa viene desde muy antes de que naciera, incluso. Su padre, Roberto Bobadilla, siempre se dedicó a la música y tenía un conjunto vocal. Cuando Rodrigo era muy chico lo escuchaba ensayar junto al ensamble y sentía fascinación por los arreglos que hacían, por todo lo que sucedía allí. Algunas canciones, ciertas frases que escuchaba, se impregnaban de tal manera que las terminaba escribiendo en el cuaderno de su escuela.

Para colmo, están sus hermanos, Gonzalo y Florencia, que también han heredado el mismo oficio, aunque cada uno con su propio estilo. Gonzalo se sentaba en el piano de la casa, tocaba y hacía caras raras para asustarlos, es decir, todo lo que compartían, incluso las travesuras, estaba mediado por el sonido musical. Era cuestión de tiempo para que Rodrigo empiece su propio camino.

Fue bastante temprano también, participaba en un coro desde los 6 o 7 años. Una vez se dio el lujo de grabar una pequeña publicidad para Radio República, y quizá sea ese su debut profesional que continúa hasta hoy. Entrado en la adolescencia, quiso aprender guitarra y por primera vez, supo que estaba ante un desafío que no era “fácil”, por así decirlo. Él siempre estuvo acostumbrado al piano, si quería abordar otro instrumento debía aprender y esforzarse más.

Así fue como conoció a su maestro, Marcos Méndez, un reconocido guitarrista de la ciudad que hizo las veces de gurú. Todos los sábados se juntaban a practicar, estudiar, conversar sobre música. La cita era a las 17 y podía terminar en un asado con otros colegas, situaciones en las que Rodrigo absorbía todo el conocimiento posible. Marcos no cobraba sus clases pero exigía estudio, compromiso, que se involucre.

Y así fue: llegado el momento de terminar la escuela, se mudó a La Plata donde comenzó a estudiar guitarra clásica. En el medio, hubo un pequeño giro cuando descubrió la carrera de Música Popular, a la que se terminó lanzando con mucho entusiasmo. Es que lejos de la práctica solitaria, este espacio de formación le permitía estar en contacto con otros estudiantes, tocar juntos, intercambiar información y entusiasmo a la vez.

Un joven Rodrigo, en etapa de formación.

Paralelo a todo este proceso, también tuvo una conexión inmediata con uno de sus instrumentos preferidos: el clarinete. A diferencia de lo que pasaba con la guitarra, este fue un amor a primera vista que se trasladó a estudiar conservatorio. Eran horas y horas de formación, de estudiar, se alinearon los procesos. “Tenía el tiempo, las ganas y la posibilidad de hacer todo eso pero era insoportable, sólo te hablaba de música” cuenta con humor.

Probó ser parte de un ensamble, un programa de extensión de su facultad. Pero también estaban sus propios proyectos, las composiciones que se iban desprendiendo en ese camino de aprendizaje. Así surgió Astrolabio, por ejemplo, un antecedente de la ya mencionada Saudade. Rodrigo juega y trabaja así, atando cabos a medida que las cosas se desenvuelven. Se considera una persona nostálgica y aún así, lo movilizan las nuevas experiencias.

Hoy en día son los paisajes de Porto, con castillos medievales y calles que poseen más de cinco siglos, muy diferente de nuestra joven Posadas. Pinta paisajes de color midi, el único instrumento que quiso llevar para andar liviano, sin perder la practicidad. Sus proyectos se pueden escuchar en YouTube y son tan diversos como interesantes. Sobre su idea de éxito, admite que es poder darle valor a todo esto que hace y compartirlo. Aquí, nuestro pequeño aporte para dar a conocer este grandioso mundo.