Victor, más conocido como Cacho Bernal, es un arquitecto y músico percusionista posadeño que acompañó durante más de 35 años a Ramón Ayala. Pero eso no es todo, su carrera lo llevó a compartir con grandes músicos como Raúl Barboza, Litto Nebbia (con quien tiene una gran amistad) e incluso compartió escenarios con Fito Páez y una lista larga de referentes, grandes colegas de la música.
Además es arquitecto, uno muy reconocido en la región, trabaja intensamente y es reconocido por su estilo que comparte junto a su pareja y compañera de vida. Él considera que tuvo “la fortuna de hacer un ida y vuelta con Ramón” en su vida, aprender de su arte y compañía. Relata con humor muchas escenas de ese recorrido compartido, de la fuerte personalidad por la que el mismo “Mensú” bromeaba.
Es que según cuenta Cacho, Ayala solía contar el mismo chiste cada tanto: “soy una persona irresistible, nadie puede resistirme más de 10 minutos”. Su forma de vivir era intensa, relata, una reivindicación constante del aquí y ahora. “Él encontró en mí un compañero y viceversa” explica Bernal sobre la relación que fueron construyendo a lo largo de los años.
De hecho, hace unos pocos meses, durante el 2023, recibió el reconocimiento de un Doctorado Honoris Causa en la Universidad Nacional de Misiones por su contribución a la cultura de la provincia con la incorporación rítmica del Gualambao. Un ritmo percusivo con el que se caracterizan muchas de las composiciones de Ramón Ayala, algunas de ellas son sus obras más icónicas.
Durante la década de los 80’, en sus primeras reuniones, comenzó a surgir este ritmo de manera definida. El estilo de Ayala para tocar la guitarra era muy libre, oscilaba en función de su interpretación vocal. Al artista le interesaba fundamentalmente la expresión, el transmitir y comunicar a través de todas las disciplinas.
En ese sentido, Bernal explica que ensayo a ensayo, fueron marcando los condimentos del ritmo en 12 por 8. Se trata de una síntesis que combina muchos géneros de la región y logra representar en sí, todo el caudal de sonidos que tiene nuestra selva, ya sea por cultura o por la espesura del mismo monte. En lo pragmático, le daba a Ramón el espacio suficiente para cantar de forma lírica y con margen para improvisar o moverse libremente con los versos.
“A mí me fascinó siempre, primero su inteligencia, su manejo filosófico de la vida, su torpeza también, un concepto naif de la vida” cuenta Cacho sobre su compañero musical. Para él, era una persona “con cero filtros” y pasaba de aparentar ser un niño a soltar una frase “que te dejaba regulando”. En su música y el resto de su obra (también fue poeta y pintor), Bernal reconoce algo universal, más allá del anclaje territorial al que se refiere.
El próximo fin de semana la viuda de Ayala, María Teresa Cuenca, traerá las cenizas para cumplir con el último deseo del “mensú”. Llegará a Iguazú y partirán hacia Puerto Rico, pasando por algunas localidades de la zona del Río Uruguay para terminar en Posadas. En cada sitio, se esparcirá una parte de esas cenizas, mientras que músicos, amigos y vecinos de cada lugar le darán un último adiós al artista.
“Por fortuna está Joselo en ese lugar” expresó Bernal sobre el secretario de Cultura, a quien respeta mucho como colega musical y gestor. “Él hizo mucho por ayudar a Ramón” cuenta, incluso en etapas donde el reconocimiento todavía no había llegado a la escala que tuvo en los últimos años antes de partir. En esa línea, destacó que aunque para muchos “se da por sentado” que esto es importante, Schuap se ocupó como funcionario de concretar este sentido homenaje del que estarán participando.