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Bárbara Hobecker: prueba viva de que el arte es el mensaje

Con una carrera tan diversa como llena de curiosidades, poesía, música y desafíos nuevos, nos dedicamos a entender cuáles son los hilos que unen la aventura de esta gran artista.

Por Juan Báez Nudelman

A veces corremos el riesgo de asumir, en nuestro día a día, que conocemos todo acerca de lo que nos rodea cotidianamente. El paréntesis es necesario para sobrevivir también, elegir los elementos de la realidad que debemos priorizar en cada situación es lo menos que se puede hacer, a lo mejor. Aún así, puede alejarnos a veces de la sorpresa o la maravilla que se presenta frente a nosotros.

Digo esto porque cuando me reuní con Bárbara Hobecker para hablar de su carrera artística, recordé pronto lo sencillo que es caer en la ilusión de que conocemos al otro. Lo que proyectamos escapa a nuestro control, claro está, pero es divertido darse cuenta de que has sido engañado una vez más por los artilugios de la vida contemporánea. Las primeras preguntas que le hice fueron torpes, respondían a esa imagen que había construido. Entonces, preferí empezar de nuevo y hacerlo evidente aquí también. «¿A qué te dedicás?» le pregunté.

Me dijo que era actriz, que gustaba de interpretar (ella dijo decir) poesía y escribir. En la torpe conversación de antes, me había contado que estudió abogacía y le dije «ah, sos abogada» pero inmediatamente hizo uso del maravilloso lenguaje español que distingue el ser de estar y me contestó que no, que tenía el título y era su herramienta de trabajo. Pero lo que no tiene que ver con sobrevivir para ella, es su amor por el arte y allí se identifica realmente, se trata del mensaje y el medio en sí mismo.

Porque claro, hice un clic: sus redes, la forma en que se comunica a través de ellas también es un espacio de manifestación. No hubo nunca en ellas un rastro de su actividad laboral, de esas escenas de abastecimiento económico que tenemos los que sí elegimos mostrar esa parte, si es que elegimos eso. Esta forma de pensarlo me sugirió que podía trasladar este mecanismo a otros aspectos, Bárbara también elige muy bien cómo vestirse y sabe lo que usa, toma las decisiones estéticas más pequeñas que uno pueda percibir.

Desde pequeña tuvo una relación estrecha con la música, quiso estudiar piano y por alguna extraña razón, hubo cierta pausa hasta que ciertos replanteos de la vida adulta, la hicieron reconsiderar su relación con lo artístico, lo creativo en ella. Su primer acercamiento a lo dramatúrgico fue un taller de actuación frente a cámara, y pronto aparecieron amistades y propuestas de teatro y audiovisual. Atravesada por una sensación de «desparpajo», según cuenta, la curiosidad y las ganas de estar ahí estaban por encima de la expectativa de «pegarla o ser protagonista».

No importaba eso porque había algo totalmente nuevo para vivenciar allí. No dudó en señalar lo «mal diseñado» que está el sistema en el que vivimos, la típica orientación vocacional que busca a tan temprana edad «definir en tres preguntas, tu existencia». La primera obra de teatro llegó, «El Baúl de los Recuerdos», y luego la chance de probar una sitcom incluso, «Todo lo que me gusta» en la que tuvo el desafío de hacer comedia. Y si bien le sirvió para definir que lo suyo es el drama, fortaleció un lazo clave de trabajo con su amigo Guillermo Rovira. Bárbara no tiene reels, ni una carpeta ordenada de proyectos porque se le dio así también.

Con el realizador también se embarcaron después en la escritura de un guion pensado para ella, un personaje que pueda partir de la escritura hacia la interpretación. A partir de una mecánica simple para pensar escenas, se llevó al desafío de imaginar una road movie de dos amigas. Luego llegó el rodaje y hasta el privilegio de estar en la isla de edición por primera vez, viendo las tomas que habían conseguido y el proceso de montaje que Rovira hizo después. «Esa peli es muy importante, cuando salga queremos que gire por festivales» admite, como también que su participación en el Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata fue «otra peli en sí».

Entre los datos curiosos está que la pasa mal al verse en la pantalla, ama el proceso de rodaje pero se siente que es difícil aceptar su imagen cuando se mira. Otro fun fact es que compartió hace poco un cortometraje con Nico García, un actor paraguayo que ha ganado relevancia por su aparición en El Reino, de Netflix y también por protagonizar una serie nueva de Flow llamada Gamer junto a Charo López. Lo que sucede con enumerar la cantidad de cosas que hizo Hobecker es que sí o sí algo quedará tontamente afuera. Ya estaba por olvidarme por ejemplo, de su papel en Solo Quiero o su último rodaje, con el proyecto Mitra.

El punto está más que claro, sin embargo, porque cuando le pregunté sobre cómo hacía para englobar tantos intereses, me contestó que ella era el «hilo que conectaba todos esos lenguajes». La coherencia no está en quien recibe una imagen o comparte apenas un momento, ni tampoco la capacidad de definir algo. «Todo es arte y expresión sensible, puede salir en forma de música o escritura, o a través de mi cuerpo que es otro instrumento» añade para expandir este concepto. «Me gusta decir que la emoción me elige a mí» es otra linda frase suya, y así se dedica entonces, a generar nuevos canales de expresión «hasta encontrar una forma».

PD: Para componer sus personajes, lo primero que piensa es en la música que escuchan. Ah, y su idea de éxito no es ser famosa, más bien seguir haciendo lo que hace y descubriendo nuevas áreas -como la dirección- y hasta animarse a publicar algo de lo que escribe.