Yerba argentina vs importada, ¿sabemos de dónde viene la que consumimos?

Durante una ronda de mate, en la redacción de TSM surgió una duda y allí empezó el debate ¿sabemos de dónde viene la yerba que consumimos los argentinos? Un especialista en la materia nos despejó la incógnita.

La yerba mate se cultiva en Argentina, Paraguay y el sur de Brasil, donde las condiciones de terreno, temperatura y humedad son las ideales. Aunque se han hecho innumerables intentos para cultivar y producir en otras regiones en América del Norte, Asia y África, la Ilex paraguariensis se resiste a crecer fuera de las tierras de los guaraníes originarios.

En nuestro país, el mate es la bebida más consumida después del agua, sin distinción de género, edad, ni clase social. Según el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), en Argentina se consume un promedio de 100 litros de mate al año, por persona. Es además, el mayor productor y exportador de yerba con 54% del mercado mundial.

Tomar mate es una cuestión cultural, parte del estilo de vida de los países productores. Por ejemplo, en Argentina, se matea en rondas grupales como parte de un ritual social; y en Uruguay se toma mayormente de forma individual; pero a cualquier hora y en cualquier lugar no pueden faltar el termo y la yerba. Desde los guaraníes hasta los millennials, el significado esencial e irremplazable de cebar mate sigue tan -o más- vigente que nunca y esto va mucho más allá de su función como bebida estimulante.

Ahora bien, atendiendo al contexto actual y la decisión del gobierno nacional de desregular el mercado yerbatero y permitir la importación del producto desde Brasil y Paraguay hacia Argentina surge un interrogante ¿Cuál es el problema de no saber el origen de la yerba que consumís?

Silvio Leguía, Gerente de Marketing de la empresa Piporé y especialista en la materia indicó en diálogo con TSM que “si habláramos del producto terminado, o sea, la yerba brasileira, paraguaya y argentina envasada, e incluso uruguaya, que sabemos que no es producción uruguaya, son como estilos completamente diferentes, porque no es lo mismo lo que está acostumbrado a tomar el argentino, el paraguayo, el brasileiro y el uruguayo. Todos sabemos que la yerba brasileira es mucho más molida y verde, la uruguaya no tiene palo y también es más finita, al paraguayo le gusta con mucho yuyo y bueno, a nosotros nos gusta con palo y un poco más gruesa”.

En ese sentido, Leguía sostuvo que al hablar de “importar yerba”, la referencia es hacia la materia prima, es decir la yerba canchada o incluso hasta la hoja verde o la estacionada. “Ahí es distinto porque los brasileros pueden hacer la yerba según la receta que le piden el mercado de destino. Por ejemplo, la uruguaya está hecha en Brasil a la medida de lo que les gusta a los uruguayos, porque sabemos que a los brasileros no les gusta así, pero la que mandan a Uruguay no es yerba verde. Entonces, ahí podrías decir, bueno, ahí hay un riesgo porque los brasileros y los paraguayos pueden hacer la yerba según les gusta a los argentinos, al pedido, a la medida que se haga acá, y ahí pueden competir”.

En este punto, el empresario trazó un paralelo entre la industria yerbatera y la del vino, “Nosotros, los consumidores de yerba mate, no estamos suficientemente educados en el paladar para identificar las distintas denominaciones de origen que podría tener la yerba. En general no sabemos decir si la yerba es de Apóstoles, de Andresito, de Oberá, de Santo Pipó o de Virasoro. Generalmente, las yerbas, más allá de que tengan menos palos, sean más o menos fuertes, no nos dicen nada del origen, porque nunca se trabajó eso, la industria nunca se preocupó de educar al consumidor, el consumidor no tiene la educación suficiente en sentido sensorial para identificarlo”.

Y agregó, “si se lograra trabajar sobre las denominaciones de origen y que el consumidor pueda elegir, ahí el riesgo de que venga yerba paraguaya o brasilera sería prácticamente nulo, porque podrían decir, no, esta no es la yerba a la que estamos acostumbrados nosotros. En el vino se habla del vino de Cafayate, el vino de Tupungato, el vino de Patagonia, y la gente después elige, ni hablar que hay varietales y todo eso, estamos a una distancia muy larga de eso. Entonces creo que este tipo de riesgo se disminuiría fuertemente si el mercado y la industria apuntaran a sofisticar un poquito más el producto, agregarle valor y poder trabajar en esa parte”.