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Sofia Otero: de la Tierra sin mal al Teatro Colón

Esta semana se estrenaron dos óperas dirigidas por Sophie Hunter, una actriz británica de renombre que está casada con Benedict Cumberbatch, la estrella hollywoodense que interpreta a Dr. Strange en el universo Marvel. Una de las bailarinas es misionera y pudo ser parte de una experiencia inigualable gracias a su pasión por la danza.

Hace unas semanas las redes sociales estallaron con la noticia de que el británico Benedict Cumberbatch estaba en Argentina. Se trata de uno de los actores más importantes de la industria de Hollywood: le dió vida a Sherlock Holmes en una serie moderna del detective, se volvió icónico por su papel como Dr. Strange en el universo de Marvel y este año estuvo en la alfombra roja de los Oscars por su excelente trabajo en “El Poder del Perro», de la directora Jane Campion.

Pronto se supo que su viaje no era por motivos turísticos, sino que había decidido acompañar a su esposa Sophie Hunter, una directora teatral de enorme prestigio, que estaba por comenzar los ensayos en el Teatro Colón, para las obras Los siete pecados capitales, de Kurt Weill y Bertolt Brecht, y El castillo de Barbazul, de Béla Bartók, que cuentan también con la dirección musical de Jan Latham-Koenig y la coreógrafa Ann Yee, otros pesos pesados dentro del mundo de las artes.

Sophie Hunter, Benedict Cumberbatch, Jorge Telerman, Cynthia Cohen en el estreno

De hecho, en una entrevista previa al estreno que le hizo el diario La Nación, Hunter explicó que lleva “más de diez años tratando de encontrar la respuesta a la pregunta de cómo transformar la ópera en una forma de arte tan popular como el cine”. Esta vez el desafío la llevó a instalarse en Buenos Aires, junto a su esposo y sus hijos Christopher, Hal y Finn, de 7, 5 y 3 años, durante un mes, para trabajar junto a su equipo en la puesta de ambas obras que se estrenaron esta semana.

¿Pero qué tiene que ver todo esto con la Tierra sin mal? Bueno, resulta que una de las principales bailarinas de Los siete pecados capitales se llama Sofía Otero Rodríguez, nació en Posadas, donde dio sus primeros pasos con la profesora Vanesa Da Luz a los 6 años de edad, y que este último mes vivió el sueño de “ir todos los días a trabajar al Teatro Colón”. El camino fue largo, de todas maneras, pero cuando era adolescente Sofía tuvo la oportunidad de integrarse a la Academia del Ballet de Moscú y entendió que ese era el camino a seguir.

Sophie Hunter hizo su debtu como directora en el Colón

Desde entonces, la danza se volvió su profesión y la motivó a seguir estudiando intensivamente, lo que le valió una beca de formación en la Fundación Julio Bocca y un pasaje sin retorno a Buenos Aires. Una vez instalada, no perdió el tiempo y realizó audiciones para el Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín, al que también ingresó y que significó para ella “un verdadero honor” por ser una de las escuelas más importantes en Latinoamérica para la formación de bailarines profesionales.

A través del mismo Teatro San Martín pudo audicionar para ser parte de “La noche de Ópera”, la propuesta que incluyó a la obra en la que finalmente Sofía quedó seleccionada. “Fue muy hermoso trabajar en una obra de ópera en la que ambas directoras son mujeres” cuenta Sofía, que también se sorprendió mucho con “el trato tan amable, tan cuidado y amoroso” que tuvieron con cada uno de los integrantes del staff. La clave, según ella, fue que desde un principio lograron una interacción entre todo el equipo, no sólo los profesionales y técnicos que vinieron de afuera sino también con cada uno de los empleados del Colón.

Este último mes la vida de Sofía se volvió una “locura total” por ser la primera vez en “una producción tan grande como esta”. A diferencia de sus obras anteriores, en trabajos independientes donde la producción se reparte entre unas pocas personas, la experiencia Colón fue “totalmente lo contrario”, con constantes pruebas de vestuario, trajes confeccionados a medida, escenografías gigantes, equipos enormes de técnicos trabajando en cada sector, músicos e intérpretes de la mismísima Royal Opera House del Reino Unido. Y si bien los primeros ensayos fueron “caóticos”, ya que son aquellos en los que se suele unir por primera vez todas las partes, pisar por primera vez ese escenario fue “un sueño hecho realidad”.

Sofía Otero junto a sus compañeros de elenco

Es que las posibilidades que brinda ese espacio patrimonial no se compara con ningún otro teatro del país, desde la calidad artesanal de cada elemento a la aplicación de dispositivos complejos y paneles móviles, le permitieron “vivir algo que sólamente había visto en las películas”. La intensidad del día a día la llevaron a forjar hermosas relaciones de trabajo y amistad, donde personas de todo el mundo se brindaron con suma excelencia pero también con mucho cariño y respeto, lo que hizo que se sienta “muy cuidada” y acompañada en la enorme responsabilidad que conlleva estar en una producción de primer nivel.

Con las entradas agotadas para todas las funciones, Sofía no parece dimensionar aún la magnitud de lo que ha logrado, ni la repercusión que ha tenido y tendrá en su vida a partir de ahora. Probablemente sea mejor así: que no se despierte del sueño que está viviendo y que todo siga siendo así de genial para ella. De todos modos, hay mucho futuro por delante.