Por Fernando Oz
Debo confesar que, pese a su tosquedad, Roque Gervasoni me caía simpático. Pero resulta que aquello fue hace tiempo y el nivel de tolerancia a la estupidez se me ha disminuido con los años. El asunto viene a que Roque es de esa clase de políticos a los que les gusta tanto la prensa como la miel al oso. Sin embargo, el presidente del IFAI no se banca las abejas y quiere decirles a los periodistas cómo deben hacer su trabajo.
Sucedió el otro día, cuando un movilero del canal de Ramón Puerta le preguntó a Roque sobre el escándalo que hubo en el IFAI, donde su predecesor en el cargo se hacía un festín canjeando contratos por favores sexuales.
No sé ni el nombre del irreverente periodista que lanzó la pregunta, pero sí sé que el arriba firmante hubiese preguntado exactamente lo mismo, al igual que cualquiera que entienda algo del oficio.
El caso es claro: el señor Gervasoni es un funcionario público. Esa clase de personas a las que les pagamos el sueldo para que administren la cosa pública de la mejor manera posible y, como cualquier inversor, podemos preguntarle todo lo que se nos ocurra sobre la labor que le conferimos.
Además, el señor Gervasoni jamás brindó demasiadas explicaciones sobre lo que hizo su predecesor, el siempre sonriente Turco Rodríguez, a quien lo acusan de abuso de poder, malversación de fondos públicos, violencia de género institucional y económica. Amoroso el turquito.
Imagínense la escena. Una serie para Netflix. Primera temporada.
Capitulo 1: Hay música de fondo y aparece un tipo en una fiesta al estilo El Lobo de Wall Street. Resulta que era el ministro de Economía que se la pasaba de farra y se la afanaba toda. Hasta que un día un medio de prensa pone al descubierto la situación.
Capitulo 2: El escándalo es mundial, la foto del ministro sale en todas partes. Las pruebas se hacen virales y al Gobierno no le queda otra opción más que echarlo.
Capitulo 3: El ministro de Economía monta un show, se hace el loco. Todo es rápido, nadie da explicaciones.
Capitulo 4: El Gobierno nombra un nuevo ministro para esa cartera. El tema queda en manos de la Justicia y no se habla más del exministro, de las fiestas, ni de la guita. Punto.
Capitulo 5: Por comedido y porque le encanta la cámara, el nuevo ministro se pasea con cara de distraído por un nido de trabajadores de prensa. En esas estaba el flamante funcionario hasta que un periodista de raza le salta a la yugular para preguntarle qué se sabe de la guita que se afanaba el exministro de economía. Música de suspenso.
Capitulo 6: El muy imbécil del nuevo ministro se pone nervioso, reta al periodista y contesta: “Ustedes tienen la pésima costumbre de hablar siempre de lo mismo”. El periodista, como es un perro de caza, le responde: “Pésima costumbre le parece pedir explicaciones de los fondos que se gastaron”. Y como último acto de impotencia acompañada de soberbia, el flamante ministro le palmea el brazo al periodista y lo manda a freír churros.
***
Digamos que la historieta fue más o menos así. Pero Roque supera la fantasía y siguió manteniendo su indignación en las redes sociales. Hasta llegó a poner:
“Lamento de verdad que los colectivos femeninos renovadores o no me dejen solo en defensa de la mujer trabajadora del IFAI”.
Así, corte placa roja; como lo leen, con la misma gramática con la que escribe un iletrado.
Ahora resulta que los colectivos feministas tienen que salir a defender al pobre funcionario hostigado por un movilero. Y luego arremetió contra el canal de Puerta y una mujer a la que no nombra; todo en las redes sociales, como si se tratara de un adolescente caprichoso y no de un funcionario público. En fin.
Es lógico que a nadie le debería importar con quién se acostaba el Turco, dejemos de responsabilizar a las mujeres, fue él. Pero es justo que se expliquen varias cosas, como cuánto costaron las jodas y qué otras áreas del IFAI se vieron implicadas. Y mejor no seguir preguntando, no sea que la cosa salpique más de la cuenta.
Respecto al movilero diré que conozco esas suelas. Muchas veces me vi en esa misma situación. Solo y sin soltar la presa, mientras el resto de los colegas escapaban al primer bombazo como palomas. No los juzgo, así son las cosas, hay que aceptarlo, cada cual se gana el pan como puede. Lo que nunca me pasó es toparme con semejante imbécil y menos que me dé palmaditas.
Me pregunto cómo es que la Renovación sigue teniendo esta clase de ineptos entre sus filas. Entiendo que los serviles de la talla de Gervasoni siempre sobraron en este país fértil en demagogos, ignorantes y gentuza que vive del cuento. |