Ni la lluvia rompió el hechizo de Conociendo Rusia

Cientos de personas estuvieron presentes en el recital de Mateo Sujatovich, alias “el ruso” que volvió a pisar suelo misionero con un solo set que sorprendió a todos. Lejos de ser una versión minimalista, este maestro de la melodía encendió corazones y pantallas en el escenario de Umma.

No son tantos los álbumes que se registran de Conociendo Rusia al día de la fecha, y como si pareciera la estadística de un goleador en su prime, la cantidad de éxitos que contienen cada uno de sus lanzamientos es desconcertante. En un mundo que privilegia lo rítmico de la música urbana con bases ultra cargadas, Mateo Sujatovich propone a través de su proyecto una vuelta a lo mejor de la canción argentina.

Es hijo del músico y productor Leo Sujatovich, que fue integrante de Spinetta-Jade y ha compuesto junto a Luis Alberto muchas de las canciones más preciosas de su carrera. Entre el entorno familiar y las estrellas de la música que compartieron ese cotidiano, como Fito Páez o los Illya Kuryaki, todo parece indicar que su destino estaba marcado.

Sin embargo, Mateo ha contado en entrevistas que su pasión por las melodías del cancionero nacional le llegó cuando se mudó a Madrid con su familia, durante su adolescencia. La nostalgia, la dificultad del desarraigo y el extrañar a sus amigos de Argentina lo llevaron a conectar especialmente con el rock nacional, con el legado que han dejado Charly García, Calamaro, Litto Nebbia, Miguel Abuelo y tantos otros.

Quizá con una pizca de Bob Dylan en su caótica voz (que maneja suave y profesional en el escenario), es imposible no caer desarmado ante la dulzura de las composiciones que logra el ruso. Si bien no estuvo acompañado por una banda, realizó un show increíble con visuales, vestuario y hasta se dió el lujo de tocar con su propia sombra gracias a una increíble performance entre pistas y animación de calidad.

Con loops y coros realizados por él mismo, desplegó sus mejores temas de todos sus discos. De la Gibson Les Paul a una de doce cuerdas, pasando por el piano con increíbles versiones de su primer disco, el rockstar disfrutó del ida y vuelta con el público, que coreaba cada uno de los estribillos, levantando voces y celulares por igual. Incluso tuvo un divertido episodio con un fan que subió al escenario para regalarle su camiseta, pero que el músico rechazó para que “no se resfríe”.

Ternura y melancolía se fusionan en el universo sonoro de este gran artista, una mezcla de arrabal con cierta magia rosarina en la potencia de sus melodías. En un momento donde no abundan las propuestas como estas, Mateo ha tomado la inmensa tarea de continuar el camino de lo que alguna vez fue el gran Rock Nacional con muchísimo criterio, trayendo a la memoria los sonidos más representativos de los 80 y los 90.

El público posadeño disfrutó, cantó y coreó para que el músico regrese con un bis al escenario, el gran cierre de la noche. Como no podía faltar la frutilla del postre, regaló versiones de “Cabildo y Juramento” y “Vamos a la playa”, que unieron las interpretaciones de los fans con la voz excelsa del ruso. Y claro, como no era suficiente, muchos se quedaron a saludarlo y lograr la tan anhelada foto con él. Ni siquiera la lluvia incesante pudo deshacer el hechizo que genera este gran artista, que esperamos vuelva pronto a la Tierra sin mal.