Por Fernando Oz
Será mucho, tal vez valga la pena. Convengamos que la situación económica está como para jurar lealtad a su majestad el Rey Carlos III del Reino Unido. Me descostillo de risa al imaginármelo. Una compañía de 300 mercenarios frente a la Torre de los Ingleses, en Retiro, bajo el sol del mediodía, gritando al unísono “God save the King” por media docena de cofres de cien kilos de Libras esterlinas a repartir y la promesa de quedarse con parte del botín.
La cuestión es que me preguntaba cuánto estará cotizando el pase de radicales a la Renovación. El exdiputado radical Gustavo González lo debe saber. Días atrás expuso el tema de los pases al oficialismo en una escrito que hizo en una red social. “Que nadie tenga dudas que lo hacen por plata, por un contrato o por conveniencia personal”, sentenció a secas. Y en su último párrafo arranca aseverando: “Se van por plata, allá ellos”.
En ningún momento dice de cuánto hay que hablar. ¿Cuánto por cabeza? Quién tal vez tenga la respuesta es Oscar Herrera Ahuad. En el mismo escrito, el abogado de Eldorado cuestiona lo “devaluada” que se encuentra la “investidura del primer mandatario saliendo con la chequera en mano” para la compra de los desertores. Ese es un buen dato, si el Gobernador firmó los cheques debe saber cuánto cuesta cada pera.
Canal 12 –el medio del Estado– entrevistó a dos de los militantes que dejaron el radicalismo para saber su versión de los hechos. Lógicamente no se inculparon y negaron las acusaciones del letrado. “Si no hablan con nosotros, nunca van a decir la verdad”, dijo una joven que forma parte de los desertores del radicalismo.
El ingenio siempre ha gozado de libertad para meterse con la vida de las personas. Siempre, claro está, que se mantenga dentro de unos límites razonables. Pero resulta que González se esmera por cruzar esas fronteras con una estulticia que es realmente llamativa.
Es de esa clase de tipos a los que les encanta tirar la primera piedra en una manifestación, que por lo general son los más rápidos en escapar cuando se escucha el primer escopetazo. Sus acusaciones siempre terminan en la nada, no avanza, no se moja, no se anima, le falta coraje. A veces me pregunto qué diosa Minerva le mete ideas en la cabeza o si utiliza nepenta en el mate.
Veamos. González, que ya no goza de fueros para andar disparando acusaciones a lo Carrió, acusó al Gobernador de utilizar una chequera, o lo que fuese, para comprar militantes. Si se demuestra esa acción y que ese dinero fue sacado de las arcas del Estado, a Oscar le cabría una causa por malversación de fondos públicos.
Lo hizo así, a quema ropa. Ni cuando tenía veintipico de años y disparaba a fuego libre, desde la trinchera que habíamos cavado en El Territorio, me hubiese atrevido a tanto sin un documento o prueba que me sirviese de escudo ante un tribunal. Aún se rige por los privilegios de quien goza un cargo legislativo, olvidándose que ya no le corresponde.
No estoy diciendo si sus acusaciones son ciertas o falsas, lo que digo es que González no sabe sujetar sus afirmaciones (¿alucinaciones?) con respaldo jurídico. Me recuerda a doña Lidia, la vecina de una de las esquinas de la cuadra de la casa de mi abuela Pocha. Era divertido escucharla, al igual que González, defendía su moría con ardor.
Les dejo un video que saqué de un cofre donde guardo algunos lingotes de oro y otras piezas de viejos botines. God save the King. |
LVM. El día que Carlos Rovira le puso un estate quieto a Gustavo González.