Con apenas 29 años, Karen Stefan representa a una nueva generación de profesionales misioneros que eligen volver a su lugar de origen para transformar su entorno. Oriunda de 25 de Mayo, se fue a estudiar y regresó después de la pandemia para ejercer como nutricionista. Desde entonces, se desempeña en la Dirección de Nutrición Escolar del municipio, donde trabaja junto a UNICEF, el INTA y las escuelas rurales en la promoción de hábitos alimentarios saludables desde la infancia. “Es uno de mis trabajos más desafiantes y más lindos. Me encanta porque me permite conectar con la gente y con el territorio”, cuenta con entusiasmo.

Su elección por la nutrición tiene raíces profundas. “Me crié en la chacra, donde producíamos todo lo que comíamos”, recuerda. En su familia, las reuniones siempre giraron en torno a la comida, las cosechas y la celebración. Esa vivencia le dio una visión integral del alimento, no solo como sustento físico, sino también como puente emocional y cultural. Por eso, Karen decidió especializarse en el vínculo entre nutrición y emociones, con formación en psicología y diversidad corporal. “No somos máquinas que funcionan a base de números y calorías. La alimentación está atravesada por lo que sentimos, por los vínculos y por las etapas de la vida”, reflexiona.
Su mirada sensible y su curiosidad la llevaron también a la comunicación. Desde joven, se sintió atraída por el arte, la lectura y la expresión. “La comunicación nos libera, nos permite decir lo que sentimos y nos deja más livianos”, dice. Hoy, combina esa vocación con su rol como comunicadora en medios locales, donde visibiliza las historias del sector productivo y del trabajo rural. “Me emociona dar voz a los productores, mostrar su esfuerzo y su alegría cuando la cámara llega a sus casas. Es hermoso ver cómo valoran lo que hacen”, destaca.
Karen siente que todo en su vida está conectado: la chacra, la alimentación, las emociones y la comunicación. “25 de Mayo es rural, y eso me define. Me gusta contar ese lado, mostrar la vida en el campo, hablar de cómo nos vinculamos con lo que comemos y con lo que sentimos. Creo que todo eso forma parte de nuestra identidad”, afirma. Su manera de ver el mundo combina sensibilidad y compromiso, dos ingredientes que la acompañan en cada proyecto que emprende.
Hoy, entre su trabajo con las escuelas, las charlas sobre nutrición emocional y sus proyectos comunicacionales, Karen Stefan sigue sembrando conciencia desde su lugar. Con una sonrisa franca y una convicción profunda, demuestra que la nutrición puede ser un acto de amor, y que comunicar también es una forma de cuidar.


