En los próximos días, la provincia de Misiones recibirá a Bogdan, uno de los tantos ciudadanos ucranianos refugiados de la atroz guerra que somete a ese país por parte de Rusia. El hombre de 37 años no llegó solo a Buenos Aires, ya que una mujer de 72 años y una madre con dos hijos arribaron con él.
Su elección por venir a Misiones no es casualidad, dado que en esta tierra vive la mayor comunidad ucraniana en Argentina. En este caso, fue fundamental la mano solidaria de Fernando OZ, periodista misionero y editor en jefe de este portal, quien también estuvo en Ucrania y en esta oportunidad brindó alojamiento a Bogdan durante su estadía en Buenos Aires.
A través de sus redes sociales, OZ compartió los primeros días del ciudadano ucraniano en el país en el que recorrió parte del centro porteño y la Feria del Libro.
“Por estos días está en mi departamento, está realizando los trámites para hacerse refugiado de guerra y luego de eso vamos para Misiones”, contó el periodista en diálogo RadioActiva 100.7.
Sobre Bogdan, Oz relató que proviene de un pueblo urbano llamado Ivano-Frankivsk “chiquito, vistoso y muy lindo”, lugar en el cual trabajaba antes que comience el conflicto bélico.
“No pudo incorporarse al ejército porque tiene un pequeño problema en una pierna y por eso resolvió escapar dejando en su país a su madre y novia. Habla muy bien inglés, italiano, trabajó en el área de turismo, en el área administrativa y me contaba que en algún tiempo también hizo algunos trabajos como periodistas freelance”, relató.
En cuanto terminen los trámites en el consulado ucraniano, acompañado por Oz, el hombre llegará a Misiones donde será asistido en principio por la Comunidad Ucraniana y el gobierno provincial. “Le dije que la comunidad más importante de ucranianos en Argentina está en Misiones que es una provincia hermosa y es mi lugar en el mundo, y eso bastó para convencerlo” sentenció Fernando.
Por último, reflexionó sobre la ayuda que se les brinda a quienes escapan de la guerra, “cuando estás trabajando ahí, estas con una obligación, pero después cuando te sacas el traje de trabajador te quedas con un sabor amargo en la garganta y te preguntas ‘qué más puedo hacer, a qué persona puedo ayudar, qué puedo hacer por las personas que están en los refugios o en los hospitales’, uno se queda con ese el sabor amargo y hace todo lo que tiene al alcance para ayudar”.|