Así se festejaron los 25 años de La Murga de la Estación

Una fiesta popular como cada encuentro en el Galpón de Pedro Méndez. La Murga presentó una versión moderna de El Herrero y la Muerte bajo la consigna de la memoria, la verdad y la justicia.

Desde su creación en el 1999, la Murga de la Estación forma parte de la identidad de Posadas y toda la Tierra sin mal. Junto a su hermana, la Murga del Monte de Oberá, forman parte de una red de Teatro Comunitario, se trata de un teatro de vecinos hecho para vecinos. ¿Qué quiere decir esto? Que no se trata de un curso, ni siquiera un taller, sino de volver al encuentro de la comunidad para realizar un hecho artístico, en este caso teatro, y contar las cosas que nos pasan desde ese lugar.

Este fenómeno empezó con la vuelta de la democracia, allá por los años 83/84 del siglo pasado, y sus primeros exponentes fueron Catalina Sur y el Circuito Cultural Barracas. La dictadura había instalado la prohibición de las grandes reuniones y la gente quería volver a encontrarse, primero en las plazas, luego en el escenario. Y de esa experiencia surgieron obras que recuperan la memoria colectiva, ese relato propio que no está en los medios ni los libros de historia y que tanto nos pertenece.

El grupo de títeres Kossa Nostra vio la potencia de este encuentro y quisieron hacer un grupo en Posadas, Misiones. Con todo lo que nuestra historia tiene para dar, apareció la primera obra de la llamada Murga de la Estación (se juntaba donde estaba la vieja estación de trenes, hoy parte del cuarto tramo de la costanera). «Misiones, Tierra Prometida» es una narración para nada lineal en la que se cuenta nuestra compleja y amplia historia, con humor y de forma disparatada.

Sin embargo, en el 2001 y bajo estado de sitio a raíz de la renuncia del presidente Fernando De La Rúa, se estrenó El Herrero y la Muerte. Una obra que recupera un cuento popular de nuestros pagos, de aquí del litoral. Un humilde hombre ayuda al propio Jesús, que viene a la tierra en un viaje secreto junto a San Pedro, y por su solidaridad recibe tres deseos. Miseria, el paisano, pide tres cosas difíciles de entender: que nadie se pueda bajar del árbol que tiene en su rancho, a menos que él lo diga; ganar siempre en el juego; y que cuando le llegue la muerte, ésta le de una hora de plazo para prepararse.

En el medio, suceden toda clase de escenas que mucho tienen que ver con humor de nuestra realidad política y social. Se critica la ambición y el discurso del progreso, del estar mejor en la fortuna, la fama y el tener. Miseria es un tipo que vive para su comunidad y lo poco que tiene lo reparte entre sus compadres, comadres y apadrinados. Su hermana, Malaria, ve una oportunidad de aliarse con el gobernador y toma ese lugar de poder casi al instante. Tampoco queremos hacer mucho más spoiler, hay que ir a verla y disfrutar de este gran guion.

Sin embargo, hay algo en este aniversario que es muy especial: el componente de la memoria. La Murga celebra su cumpleaños el 24 de marzo, día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Se trata de una fecha que cada vez se pone más en cuestión y ese cuestionamiento rompe los pactos democráticos más valiosos que supimos construir como sociedad. Una que no elige el camino de la violencia o la represión, una sociedad que festeja sus logros en la calle y a los abrazos, un pacto que no está acompañado de condicionantes ni amenazas, ni la necesidad de romper todo aquello que «pueda llegar a no servir».

Al final de la función y entre aplausos, risas y lágrimas, el grupo reivindicó el número de los 30.000 desaparecidos a causa del terrorismo de Estado. Se trata de una cifra que interpela a ese poder que se instaló sin el consentimiento de la sociedad y bajo conspiraciones totalmente antidemocráticas. Es una cifra abierta que representa la magnitud de lo que pasó, lo sistemático que era la represión y la condición de «desaparecidos» en las que están todavía muchas de esas víctimas. Los números podrían ser más, podrían ser menos, pero no se trata de discutir en los términos más cínicos del caso, sino de entender que esto sucedió y nunca estamos exentos de repetir nuestras más oscuros episodios.

Por ello, la Murga celebra su propia existencia como la existencia de nuestra democracia, la que permitió que fenómenos como este grupo de teatro comunitario existan. «La murga es nuestra casa, nos dio todo lo que somos» dijo Chori Ovando, uno de sus integrantes. Miguel, otro de sus integrantes, contó que llegó cuando era apenas un estudiante y allí conoció al amor de su vida y formó una familia. Eduardo fue una vez a ver una de las obras con su hija y hoy son parte del elenco. Nadie es imprescindible pero todos son necesarios, es una de las máximas y como siempre suelen cerrar: «si somos muchos, mucho mejor».