El olor desagradable que se desprende de la ropa mojada es una preocupación constante para muchas personas. En una región donde las lluvias son frecuentes y los recursos limitados, no todos tienen la posibilidad de contar con un armario repleto de ropa seca.
Rubén González compartió su experiencia al medio Extra, revelando que tuvo que “faltar a mi trabajo porque solo tengo dos pantalones y dos remeras para el taller; y en la semana falté un día porque estaban húmedos”. Para él, y para muchos otros, la falta de ropa seca puede tener graves consecuencias en su vida diaria.
La escasez de productividad laboral no es la única consecuencia de las lluvias en la región. La humedad también puede tener efectos negativos en la salud, especialmente para aquellos que viven en condiciones precarias.
Ante esta situación, muchos han tenido que ingeniárselas para mantener su ropa seca. Algunos optan por colgarla en lugares cálidos o cerca de estufas, mientras que otros se arriesgan a usarla un poco húmeda y enfrentar el mal olor.
Sin embargo, para aquellos que no pueden permitirse los recursos necesarios para secar adecuadamente su ropa, las lluvias pueden convertirse en una verdadera calamidad. González menciona que tuvo que comprar una estufa pequeña después de faltar al trabajo, al menos para secar su ropa, con la esperanza de evitar futuros problemas.
Aunque la lluvia puede ser una bendición en muchos aspectos, especialmente cuando la sequía amenaza constantemente, también puede generar estrés. “Después de faltar a mi laburo me tuve que comprar una estufa chica por lo menos para secar mis ropas. No creo que tenga el mismo problema”, dijo González sobre cómo terminó resolviendo.
