Considerado uno de los maestros del cuento latinoamericano, Horacio Silvestre Quiroga Forteza, tuvo un flechazo con la provincia de Misiones. Tanto escribió de nuestra maravillosa naturaleza que son muchos los que piensan que nació aquí.
Nacido en 1878 en Salto, Uruguay, Horacio Quiroga conoció cientos de lugares, desde Buenos Aires hasta París, pero ninguno como la tierra colorada, sitio al que siempre volvió.
Su primer acercamiento con nuestra provincia fue en 1903, cuando Quiroga ejercía en Buenos Aires como profesor de castellano. Además, se había convertido en un gran fotógrafo y quiso acompañar a Leopoldo Lugones en su expedición a las ruinas de las misiones jesuíticas.
Fruto de ese viaje por la selva misionera, publicó en 1905 la novela breve “Los perseguidos”. Allí, Quiroga utiliza la naturaleza como un personaje para desarrollar su trama, mostrando la conexión entre el ser humano y el mundo salvaje que lo rodea.
En 1906, enamorado de la Tierra Sin Mal, compró una chacra sobre la orilla del Alto Paraná, donde viviría luego con Ana María Cires. La polémica se desató porque ella era su alumna cuando él ejercía como docente de literatura en Buenos Aires. Quiroga, obtuvo el permiso de los padres de Ana María para mudarse a Misiones. Ella fue la musa inspiradora de su primera novela “Historia de un amor turbio”. Fruto de ese vínculo, en 1911 nació Eglé Quiroga, su primera hija, y en 1912, su hijo menor, Darío. En 1915, su primera esposa se suicidó bebiendo un líquido que Quiroga utilizaba para revelar fotografías.
Sumido en la pobreza y la depresión, vuelve a Buenos Aires y en 1918 publica “Cuentos de la selva”. Esta colección se la dedica a sus hijos por acompañarlo en el momento más duro de su vida. El libro contiene relatos infantiles protagonizados por animales y ambientados en la selva misionera.
Quiroga regresó a Misiones años después y se volvió a enamorar de una jovencita de 17 años. Ana María Palacio, a quien le dedicaría “Pasado amor”, publicada en 1929.
Luego de su fracaso amoroso con Palacio, volvió a Buenos Aires. Repitiendo el patrón de los amores turbios, llegó a su vida su último y polémico vínculo: María Elena Bravo, compañera de escuela de su hija Eglé.
En 1932, Quiroga se radica definitivamente en Misiones junto a su esposa y su tercera hija, María Elena. Años posteriores se trasladó a Posadas por problemas de salud y fue diagnosticado con hipertrofia de próstata. Como si no fuera suficiente mal trago, su esposa e hija lo abandonaron definitivamente y huyeron a Buenos Aires.
En 1937 es internado con cáncer de próstata en el Hospital de Buenos Aires. Con un diagnóstico desalentador, decidió beber un vaso de cianuro que lo mató a los minutos. Pero los desenlaces tristes no terminan ahí: su hija Eglé se suicidó un año después. Siguieron los mismos pasos sus hijos Darío en 1952 y María Elena en 1988.