Sabrina Dziewa es cantante y actriz, oriunda de San Vicente, Misiones. Su primer escenario no tuvo luces ni micrófonos: fue el campo, cuando de niña les cantaba a las vacas imaginando un estadio repleto de personas. Aquella imagen inocente, cargada de sueños, sigue siendo hoy el motor de su vida artística. “A veces uno empieza con un público de cuatro patas, pero ya con el corazón sabiendo hacia dónde ir”, resume con emoción.
Criarse lejos de los grandes centros culturales no fue un límite, sino una escuela de sensibilidad. Llegar a la capital implicó enfrentar miedos, distancias, puertas cerradas y muchas veces la soledad. Sin embargo, cada obstáculo fortaleció su convicción. “Cada puerta que se cerró me enseñó que siempre aparece otra mejor”, asegura. Con fe, esfuerzo y resiliencia fue construyendo su camino desde abajo, sin contactos ni formación académica musical, solo con su voz y sus ganas.
Sus primeros shows fueron acústicos, en bares, junto a un amigo. Luego se animó a subir videos a Instagram y de a poco la gente comenzó a conocerla. Un show en el Casino Central marcó un antes y un después: llegaron más oportunidades, actuaciones en cumpleaños y eventos privados. Hoy forma parte de la agencia de cantantes Stereo, que le permitió compartir escenarios, conocer otros artistas y sentirse parte de una comunidad unida por la misma pasión.
En paralelo, Sabrina desarrolló su faceta actoral. Cursó gran parte de la Tecnicatura Superior en Actuación, aunque no pudo finalizarla por cuestiones de tiempo y energía. Sin embargo, todo lo aprendido lo aplica actualmente en un grupo de teatro vocacional, donde sigue creciendo, explorando su sensibilidad escénica y dando vida a personajes que también la transforman.
Su arte está atravesado por la emoción y por su propia historia. La ausencia de su papá marcó profundamente su vida, pero logró transformar ese dolor a través de la música. “La música siempre me sanó, me abraza y me conecta con el público desde un lugar genuino”, confiesa. Para ella, la sensibilidad no es una debilidad, sino una fortaleza capaz de convertir el dolor en algo bello.
Hoy, Sabrina continúa componiendo, actuando y presentándose en distintos escenarios, siempre agradecida por cada oportunidad y abierta a colaborar con otros artistas. Tal vez aún no cante frente a un estadio lleno como soñaba de niña, pero cada paso que da la acerca un poco más a esa pequeña que cantaba en el campo creyendo en lo imposible. Su historia es prueba viva de que, incluso desde el interior más profundo, los sueños también saben encontrar su camino.


