En medio del ruido nacional, de los gritos cruzados y las contradicciones que desgarran la escena política del país, Misiones vuelve a plantarse con serenidad. Mientras muchos se pierden en discursos vacíos y en promesas sin sustento, la tierra sin mal mantiene el paso firme: gestión, coherencia, humanidad.
El próximo 26 de octubre no es una fecha más. Es una elección entre estabilidad y caos, entre un proyecto que construye día a día para los misioneros y otro que apenas sobrevive en la confusión. Es una oportunidad para reafirmar que votar por Misiones es votar por la coherencia, la dignidad y el futuro.
Cuando todo se desordena, Misiones sigue siendo ejemplo de equilibrio. No por casualidad, sino por convicción. Porque aquí la política no se mide por los gritos o discursos violentos, ni por la espuma del día siguiente, sino por los hechos que transforman la vida cotidiana: obras que se ven, escuelas que crecen, caminos que conectan, energía que llega a cada pueblo, agua que deja de ser un lujo.
Días atrás, en una de las tantas recorridas por la provincia el gobernador Hugo Passalacqua sostuvo: “Invertir en agua es invertir en salud y dignidad”. Esa frase resume lo que se hace en la Tierra Colorada: una política humana, concreta, que no se queda en las palabras, sino que actúa.
Al mismo tiempo, Oscar Herrera Ahuad, exgobernador y actual candidato a diputado nacional, propone desde un federalismo activo y realista. Sus proyectos tienen impacto directo en la vida diaria: devolución del IVA para jubilados, pensionados y estudiantes universitarios, defensa del modelo productivo local, y políticas claras de inclusión y accesibilidad. Habla de derechos, no de slogans. Presenta ideas que pueden implementarse, no teorías vacías.
En Misiones no se vota sólo por candidatos: se vota por un modo de vivir, de construir y de creer en el mañana.
Sin estridencias y sin improvisación Misiones avanza con trabajo y planificación. Con un modo de hacer política que todavía respeta la palabra, que entiende al Estado como herramienta de desarrollo y no como botín partidario.
El voto misionero vuelve a tener, entonces, un peso simbólico que trasciende los límites de la provincia. Es un mensaje de futuro, una señal de que todavía es posible gobernar con equilibrio en medio del desorden.
Es por eso que este 26 de octubre, más que una elección, será una reafirmación: la de un pueblo que elige el camino del orden, del trabajo y de la coherencia frente al caos que domina la escena nacional.
Porque, al final, en Misiones no se vota sólo por candidatos: se vota por un modo de vivir, de construir y de creer en el mañana.


