Cualquier persona que busque en Google el nombre de Brenda Spaciuk se encontrará con una variedad de historias muy diferentes. Algunas hablan de éxitos deportivos, de sus estudios en periodismo, de volver a entrenar luego de haber sido madre, otras de su línea de calzados BS Urbano. Hay mucho más, incluso, si se continúa recorriendo el mapa de internet.
Son las pequeñas huellas que dejó Brenda en su camino por distintas etapas profesionales y que marcaron su proyecto de vida. Luego de dedicarse muchos años a la alta competencia con todas las exigencias que eso implica, hoy lleva una rutina diferente. Acompañada de su hijo Pedro y de la pintura, comenzó a mover el avispero cultural de la ciudad de La Paz, Entre Ríos.
Spaciuk publicó dos novelas: “Hierro líquido” y “Fuerza Magnética”. Por ello, no se trata de la primera vez que incursiona en el arte. Sin embargo, esta vez tiene que ver con un duelo que marcó su historia y que pudo expresar a través de la pintura. Con una impronta abstracta, cuenta su experiencia a través del color.
En sus obras se perciben círculos, imágenes difusas que se agrupan y se esparcen en el espacio de forma intencionada. Hay emociones, procesos de sanación que atraviesan la composición y se manifiestan en ciertas ideas. “Pinto por necesidad de sacar el grito mudo que me lastima por dentro”, dice una frase, al pie de un cuadro de su autoría.
Como esas postales de su vida que uno puede encontrar en internet, estos cuadros también son un reflejo de las muchas transformaciones que vivió. “Siempre hago la jugadita del ave fénix”, cuenta a TSM entre risas sobre su capacidad de cambio. Ella defiende un principio de circularidad: “que no se corta, que no tiene fin”.
Pero más allá de lo racional, eligió el arte visual para salir de ciertas lógicas. “Fue una necesidad de expresión, de sentir y no pensar tanto”, cuenta. Y agrega: “crear belleza para que sea contemplada y punto, después queda sentir”. Para ello, se permitió realizar una muestra llamada “Cualquier camino con corazón”.
El título habla de su búsqueda, en la que se siente muy privilegiada por concretar las cosas que se le ocurren. Estuvo acompañada del músico y compositor Esteban Cuestas, que es un socio creativo con el que comparte su trabajo. Sus obras se subastaron para brindar apoyo a la cultura paceña, para completar así ese principio de circularidad que la caracteriza.
Y si bien fue un éxito, pronto volvió al trabajo y al lienzo en blanco como una nueva promesa. Sobre este momento de su vida, admite que se siente “en una etapa madura, de mucho aprendizaje”. Por ello, pone toda su disciplina y exigencia al servicio de la sensibilidad. “Trato de buscar el disfrute”, cuenta, aunque sea un oficio difícil.